EXTRACTO DE BLIND KISS DE RENÉE CARLINO
Nos sentamos en el bar del pub mientras yo continuaba mirĂ¡ndolo, con una mezcla de curiosidad y miedo. Él pidiĂ³ una cerveza y yo un Chardonnay con pretzels.
-Ese es un cambio en ti –dijo Gavin.
Usualmente comĂa ensaladas, un Viejo hĂ¡bito de mis dĂas en la danza, pero habĂa perdido un montĂ³n de peso en las Ăºltimas semanas.
-No creas que me puedes distraer tan fĂ¡cilmente. Dime quĂ© estĂ¡ pasando. ¿Terminaste con Briel?
Gavin tomĂ³ un largo trago de su cerveza y mirĂ³ al frente.
-No te enojes, ¿estĂ¡ bien?
Yo lo mire, sin palabras, con el miedo apretĂ¡ndome el estĂ³mago. Y entonces, lanzĂ³ la bomba.
Los siguientes minutos estaban borrosos mientras Gavin, el bar y mi copa de Chardonnay pasaban ante mis ojos. IntentĂ© tomar mi copa pero la encontrĂ© repentinamente vacĂa. Eso es raro. Estaba llena hace un minuto. Le hice señas al mesero para que me traiga otra y me la tomĂ© de un solo trago.
Respiraba rĂ¡pido cuando golpeĂ© la copa contra la barra, sacĂ¡ndome del estado de desorientaciĂ³n en el que me encontraba y devolviĂ©ndome la concentraciĂ³n hacia Gavin. Estaba agitada.
-¡Demonios, Penny, sĂ© cuidadosa! ¡Casi rompes la copa! –me gritĂ³ Gavin.
-¡¿Te estĂ¡s mudando a Francia?! –le gritĂ©.
El bartender hizo una seña con la cabeza hacia la puerta y en pocos minutos Gavin me estaba obligando a salir del bar. ME pare en medio del estacionamiento, enojadĂsima, bastante ebria y asustada a mĂ¡s no poder.
-AsĂ que ¿la amas?
-¿A Briel? ¿QuĂ© clase de pregunta es esa? -dijo.
-RespĂ³ndeme.
-Mierda, Penny. No se trata de eso. Realmente no tengo otra opciĂ³n, ¿o sĂ?
-Siempre hay una alternativa.
Gavin me fulminĂ³ con la mirada.
-Eso es muy divertido, viniendo de ti.
Yo sacudĂ mi cabeza con mucha fuerza.
-Era una situaciĂ³n completamente distinta.
-No lo era –estaba enojado.
- ¿CuĂ¡ndo te vas?
-En dos dĂas.
-¡¿QUÉ?!
Gavin me agarrĂ³ por los hombros.
-JesĂºs, Penny, si hubiera sabido que te lo ibas a tomar asĂ, no te lo habrĂa dicho en pĂºblico. CompĂ³rtate.
Yo gritĂ© a todo pulmĂ³n y luego hice un sonido gutural mientras me arrodillaba y me agarraba el estĂ³mago.
-Primero Milo y ahora tĂº.
-No me digas eso, no soy la razĂ³n por la que estĂ¡s a punto de quedarte sola e infeliz.
-Vete a la mierda, Gavin.
-No, tĂº vete a la mierda, Penny.
No se dio vuelta, simplemente se alejĂ³ al puro estilo Gavin: petulantemente y como un complete idiota. La gente en el estacionamiento estaba mirando, en completo shock, mientras le cubrĂan los oĂdos a los niños. Pero nadie hizo siquiera un gesto de irse. Cuando Gavin y yo nos ponĂamos asĂ, Ă©ramos como un accidente al costado de la ruta: imposible de dejar de mirar.
Gavin se metiĂ³ en su auto y encendiĂ³ el motor. Yo odiaba ese auto porque Ă©l lo amaba tanto. TenĂa un interior de cuero negro, ventanas polarizadas y una pintura impecable, como si perteneciera a aluna celebridad, lo cual Gavin no era. Era lo Ăºnico que Ă©l poseĂa que podĂa valer algo, ademĂ¡s del garaje, un par de guitarras y un encendedor que Ă©l jurĂ³ que River Phoenix se lo habĂa dado en el Viper Room la noche de su muerte.
CorrĂ hacia la salida y me pare en medio del camino, retĂ¡ndolo a que me atropellara mientras Ă©l abandonaba su lugar en el estacionamiento y se acercaba a la salida.
-¡No hemos terminado de discutir, cobarde!
Él sacĂ³ la cabeza por la ventana y me sonriĂ³. Tan arrogante. Un idiota.
-Luces ridĂcula para ahĂ. ¡Sal del camino!
Me acerquĂ© a su ventana y notĂ© que se habĂa tranquilizado. Incluso podĂa ver diversiĂ³n en su expresiĂ³n. Él querĂa que yo lo detuviera y sabĂa que lo harĂa.
-¿No puedes pelear como se debe sin salir huyendo?
-Me estabas sermoneando, como siempre. Tengo una madre y tĂº tienes un hijo y un esposo a quienes ordenarles y controlar. No necesito tu mierda, ¿okay? ¿No te das cuenta que yo tambiĂ©n estoy asustadĂsimo? Estoy atravesando el momento mĂ¡s difĂcil de mi vida y tĂº haces que todo se trate de ti.
-Llevas atravesando el momento mĂ¡s difĂcil de tu vida desde que te conozco Gavin, catorce años.
-Y como mi amiga, ¿crees que me estĂ¡s ayudando justo ahora? –me contestĂ³, su humor cambiando de nuevo.
-Ni se te ocurra, Gavin. No te atrevas a actuar como si yo no hubiese sido una buena amiga contigo. Me has metido en las situaciones mĂ¡s incĂ³modas, me has abandonado, has dejado de hablarme por semanas y aun asĂ yo siempre estoy disponible para ti. He estado aquĂ para ti siempre. ¿Y ahora te mudas a miles de kilĂ³metros cuando yo mĂ¡s te necesito?
Gavin sacudiĂ³ su cabeza.
-Tienes razĂ³n, Penny. TĂº has estado aquĂ. Has estado a mi lado, dĂ¡ndome sermones, presionĂ¡ndome para que me comprometiera con Briel, todo para que yo pudiera ir y arruinar mi vida aĂºn mĂ¡s mientras tĂº te quedas tranquila en tu agradable casa, con tu batidora KitchenAid, tu mĂ¡quina de espresso Oracle y tu maldito labrador.
-¡No hables de Buckley de esa manera! Es un buen perro. Y tĂº amas nuestra mĂ¡quina de espresso.
Gavin comenzĂ³ a sonreĂr un poco.
-EstĂ¡s tan perturbada, Penny. Definitivamente tienes algĂºn desbalance quĂmico.
-¡¿Yo?! Mira quiĂ©n habla! Por favor, ¿puedes estacionarte? No quiero seguir parada aquĂ, armando una escena. AlgĂºn padre de la escuela de Milo probablemente estĂ© viendo todo este escĂ¡ndalo. SusurrarĂ¡n sobre mĂ en la prĂ³xima reuniĂ³n de padres. ¿Eso es lo que quieres?
-No pretendas que vas a las reuniones de padres. Y mira a tu alrededor: no hay nadie, solamente estamos nosotros.
Él tenĂa razĂ³n. El estacionamiento estaba vacĂo. Gavin estaba sentado en su auto mientras yo estaba parada fuera de su ventana como una imbĂ©cil.
-Te detesto por decir que yo te obliguĂ© a comprometerte con Briel. Y sĂ, para que sepas, sĂ voy a las reuniones de padres.
-TĂº me insististe en que salga con ella y me molestaste hasta que lo hice.
-¡TĂº estabas terriblemente deprimido! PensĂ© que ibas a saltar de un puente o algo. Te aconsejĂ© que salgas con ella y te diviertas. Es una chica agradable. ¡No dije que pongas tu vida patas arriba, empaques todo y te escapes con una extranjera! Tienes treinta y seis años, Gavin. Creo que ya es hora de que crezcas –sacudĂ la cabeza.- Dios, no puedo creerte. ¿Te vas a convertir en un ciudadano francĂ©s ahora? Te dirĂa que empieces a practicar tu francĂ©s.
-Todo el mundo habla inglés.
-¡No, ellos no! La gente siempre dice eso pero ya verĂ¡s. PodrĂ¡n comunicarse un poco, pero no lo suficiente como para conversar.
¿QuĂ© hago aquĂ parada hablando sobre los franceses? Necesitaba que esta conversaciĂ³n se terminara. Necesitaba un cierre. No podĂa decirle adiĂ³s a mi mejor amigo de esta manera. Él se estaba marchando, yĂ©ndose a Francia a perseguir a una novia que yo sabĂa que Ă©l no amaba. Lo estaba perdiendo. Y era mi culpa. No podĂamos irnos enojados.
-Ya lo resolverĂ© –dijo Gavin. – Trata de no hacerme sentir peor sobre mi situaciĂ³n, aunque ya sĂ© que eso te cuesta.
-¿Tu situaciĂ³n? Siempre se trata sobre tu situaciĂ³n. ¿QuĂ© hay de mi situaciĂ³n?
Gavin se quedĂ³ mirĂ¡ndome. Él estaba dolido, lo notaba. Pero tambiĂ©n lo estaba yo.
-Escucha…
-¿QuĂ©? –dijo.
-No me interrumpas –me aclarĂ© la garganta.- Gavin, es solo que…..te voy a extrañar muchĂsimo, ¿de acuerdo? Estoy pasando por un momento muy difĂcil ahora mismo y la vida se va a poner mĂ¡s difĂcil aun cuando te vayas.
ComencĂ© a llorar. Él odiaba cuando yo lloraba, pero no me preguntĂ³ “¿por quĂ© lloras?”. Nunca tuvo que preguntar. Gavin soltĂ³ un suspiro de frustraciĂ³n y apagĂ³ el motor. BajĂ³ del auto y me levantĂ³ en un gran abrazo de oso.
-Penny, Penny, Penny…. Mi chica loca –dijo, mientras acariciaba mi espalda. Me limpiĂ© las lĂ¡grimas en su remera pero a Ă©l no le importĂ³.
Me sostuvo por un rato muy muy largo y, cuando comenzĂ³ a soltarme, no lo dejĂ©. Me colocĂ³ un mechĂ³n empapado por las lĂ¡grimas detrĂ¡s de la oreja.
-Debo irme, y tĂº tambiĂ©n. Necesitas estar con tu familia ahora mismo.
-No tienes que recordarme constantemente que tengo una familia. Amo a mi familia. Pero tĂº formas parte de ella tambiĂ©n, por eso estoy aquĂ. Por eso es que estoy llorando en el estacionamiento enfrente del Banco de AmĂ©rica.
Gavin me soltĂ³ y nos quedamos allĂ, parados, mirĂ¡ndonos.
-¿Esto es todo? –le preguntĂ©.
-Esto es todo, P.
SacudĂ mi cabeza, me estirĂ© y lo abracĂ© con fuerza, por un largo rato, antes de que se volviera a subir a su auto. Gavin prendiĂ³ el motor mientras yo permanecĂa allĂ, parada, esperando su partida.
-Hablaremos por email o por telĂ©fono o lo que sea, ¿de acuerdo?
-EstĂ¡ bien –le dije.
MirĂ¡ndome desde la ventana de su auto, me dijo: -DesearĂa que fueras tĂº, Penny.
Ese era mi cierre. Él sabĂa que yo lo necesitaba, sin importar quĂ© sentimientos pudiera despertar de nuestra larga y complicada historia juntos.
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